01 y 02 DE NOVIEMBRE DE 2011.- ARTERNATIVO
REPORTERO
Calaveras gigantes pintadas de colores azul, verde, rojo, anaranjado; unas con ojos saltones, otras hundidos, una más con picos en su lugar; no podría faltar la coquetería mexicana: una blanca catrina chapeada con los labios rojos destacaba en la esquina de la calle y un ranchero acaudalado con sombrero inclinado al frente se hacía notar por las señoritas que pasaban por allí. Así recibía el pueblo de San Andrés Mixquic a los visitantes que llegaban a celebrar Día de Muertos.
El recorrido iniciaba por las calles amplias con puestos de cada lado; los vendedores competían por los clientes con gritos que ofrecían sus productos: “Pásele, tenemos barbacoa”, “Todo barato, todo de calidad”, “Pruébelo, pruébelo”, “Pásele señor; carnitas, tacos de a diez”; puestos con letreros morados eran los autorizados para vender los días que dura la festividad de muertos, mientras que del otro lado se establecieron los puestos en un tianguis mucho más barato.
Frutas, verduras, pan y tacos, así como sombreros, ropa y artesanías rodeaban el panteón donde llegarían desde niños hasta ancianos de Mixquic a adornar con flores de cempasúchil, margaritas, rosas, veladoras y cruceslas tumbas de sus muertos el dos de noviembre para convivir con ellos y despedirlos del nivel terrenal.
Zona Arqueológica
Dentro del panteón se encuentra el Convento Agustino, un recinto repleto de oro; a un costado la zona arqueológica donde se encuentra una calavera que representa a Miquiztli, que significa “muerte”; el muro de cráneos o Tzompantli simboliza la práctica de las culturas mesoamericanas en la que los guerreros decapitaban a sus enemigos para llevar su cabeza como símbolo de victoria de su tribu sobre la otra.
También se encuentra una reproducción del Juego de Pelota, en el que los victoriosos eran honrados al ser sacrificados para sus dioses; en cambio, los derrotados se quedaban con la vergüenza de no haber sido ofrendados a sus deidades.
El Juego de Pelota
“Tercera llamada, tercera llamada”. Decenas de miradas a la expectativa, los flashes de las cámaras contenidos y en búsqueda del primer danzante. A un costado, los músicos hacían sonar sus instrumentos de percusión en las enormes bocinas que estaban detrás de todos los asientos, de donde salían alternadas luces rojas, azules, verdes, amarillas y anaranjadas.
Una bienvenida del pueblo de Mixquic en náhuatl traducida después al castellano fue el inicio de la danza prehispánica y los rituales mesoamericanos que terminarían iluminando con fuego todo el contorno del escenario para dar entrada al Juego de Pelota.
Jóvenes con el cuerpo todo pintado y enormes penachos que imponían como si fuesen las deidades mismas, se agruparon en dos equipos de cuatro jugadores cada uno. En cada extremo un bando y al centro en lo alto, el aro en el que los ocho buscarían anotar el gol. Con música de los dioses y varias luces, los jugadores le pegaban a una pelota de 20centímetros de diámetro con los codos, brazos, rodillas y manos, como lo hicieron nuestros antepasados hace más de 500 años.
El único gol fue conseguido por la muerte, quien sacrificó al final al capitán del equipo vencedor para ofrendarlo a sus dioses en la parte más alta de la pirámide.
Adornada del cementerio
La gente se levantó temprano pues era un día especial, se dedicarían a adornar la tumba de sus familiares y amigos. Salieron de sus casas y comenzaron las compras: flores de cempasúchil, margaritas, rosas, veladoras y cruces son infaltables para convivir con los seres queridos que se adelantaron en el camino.
Bebés, niños, jóvenes, adultos, pero principalmente ancianos se reunían alrededor de las tumbas separadas por pequeños pasillos de arena; los abuelos cargaban a sus nietos y les hablaban de cerca como explicándoles qué es la muerte, aunque eso nadie lo sepa. Las mujeres con el cabello canoso enseñaban a las más pequeñas de su familia a regar las tumbas con agua y a colocar cada flor con el cuidado que merece un muerto.
Mientras los niños paseaban disfrazados de vampiros, brujas y diablos con una calabaza en la mano en espera de la recolección de dulces por la introducción del Halloween en el pueblo de Tláhuac, sus papás y abuelos platicaban con sus muertos. Los más viejos del lugar con los ojos perdidos en el epitafio, en la cruz o en el ángel, recordaban y hablaban apenas moviendo los labios, como entablando un diálogo del espíritu y del corazón.
El dos de noviembre desde las siete de la noche, la gente del pueblo se une en el cementerio para alumbrar a sus seres queridos el camino de regreso. No se les dice adiós, sino hasta pronto, pues se cree que la muerte no es el fin y que pronto todos nos volveremos a reunir en un mejor lugar.
La Despedida
El recorrido de vuelta con un sombrero haciendo sombra en el asfalto, con cientos de imágenes en la cámara y dos amigos a un lado con los que te puedes reír aun en las más cansadas aventuras fue agotador, aunque con un chocolate de la señora Adriana, el cobijo de la casa con zaguán verde, el vocabulario del Cochiloco y la plática con el señor que vende barbacoa la experiencia en Mixquic fue inolvidable.
Y al recorrer de nuevo las filas de calaveras gigantes pintadas de colores azul, verde, rojo, anaranjado; unas con ojos saltones, otras hundidos, una más con picos en su lugar, la blanca catrina chapeada de labios rojos y el ranchero acaudalado con sombrero inclinado al frente, podemos decir ¡Hasta la muerte siempre!
3 comentarios:
Que bien lo hicieron amigos, saludos desde Mixquic.
Qué gusto saber que te gustó. Y en verdad, estamos muy agradecidos con ustedes por todo.
Un saludo.
Excelente... muy buen trabajo
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