Inspiraciones
15 DE NOVIEMBRE DE 2011.- ARTERNATIVO
JESÚS MENDOZA
COLUMNISTA
Los artistas crean nuevos mundos, innovan su entorno, plasman los sentimientos y emociones en su trabajo. Las emociones cambian conforme el hombre lo hace, conforme el hombre va conociéndose y conociendo lo que es capaz de hacer, se quita prejuicios y agrega otros a su moral, no es posible sentir lo mismo siempre, sobre todo el artista, quien hace uso de su sensibilidad.
Para la creación literaria, al igual que una receta de cocina son necesarios algunos ingredientes, de los que si faltara uno solo, no sería posible obtener el sabor perfecto que pueda abrir el apetito literario del lector. Los ingredientes de tan singular receta son: creatividad, técnica o conocimiento, las emociones, sensibilidad y un elemento que muchos creen innecesario pero que sin él pienso sería imposible aterrizar en nuestra realidad las ideas creativas, la cual juega un papel esencial dentro de los ingredientes necesarios, quién más sino la musa.
Edgar Allan Poe es uno de aquellos escritores que piensa que la musa no existe. En su libro La Filosofía de la Composición asegura que cada que realizaba sus escritos, éstos eran planeados meticulosamente con la exactitud de problemas matemáticos, en un primer momento elegía la extensión del texto, proseguía con la elección del tono o acción y terminaba con la obtención de un efecto, el cual debía intentar provocar en todo individuo que lo leyera.
Aún Edgar se contradice cuando elige el tono poético para los versos de El Cuervo; menciona que la tristeza es el tono más alto de la belleza, que la melancolía es el más auténtico de los tonos poéticos, asevera que por eso elige la muerte de una mujer bella. Ahí es cuando aparece su inspiración, aquella en la que piensa al escribir, quién más va a ser sino la fémina muerta, en la que contempla lo hermoso.
Podemos ver que a su modo le resultaron textos que pasaron a la historia literaria y que serán leídos por muchas generaciones más, y que nunca deja de lado aquello que le inspira, aunque no lo mencione.
“… Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.”
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.”
Contrariamente a Allan hay quien cree en la improvisación, piensa que es una forma de creación y que ésta es provocada por momentos de euforia en los que interviene una inspiración “… ¿Qué querían decir los poetas antiguos cuando hablaban de la musa? ¿Quién es la musa? (…) En cierto sentido, todo arte es improvisación (…) Un compositor que escribe de todas formas improvisa al comienzo (aunque “sólo” sea mentalmente)” aclara Stephen Nachmanovitch en su libro Free Play: La Improvisación en la Vida y en el Arte.
Y es que ¿quién nos lo impide?, podemos sacar lo que traemos dentro, sin más, de repente se sale todo lo que llevamos guardado en el pensamiento, se convierte en un viaje por el interior de nuestro ser, aquel en el que encontramos siempre un motor, ese algo que impulsa a la imaginación que frenética elabora ideas para intentar plasmarlas.
Que no es posible la existencia de ese algo que provoca inquietud en las entrañas de quien va a crear, esa sensación que pone la piel de gallina y que hace confundir las sensaciones, aquello que hace entrar en transe a un escritor al tomar la pluma o la computadora, entonces cómo es que existen miles de historias tan fabulosas, historias que se apoderan de nuestros ojos pero sobre todo de nuestra imaginación, sigo sin creerle a Edgar.
Un buen ejemplo es Gabriel García Márquez, autor de Cien años de Soledad, quien platica siempre una ya famosa anécdota de inspiración: “Un día, yendo para Acapulco con Mercedes y los niños, iba manejando yo mi Opel, pensando obsesivamente en Cien años de Soledad, cuando, de pronto tuve la revelación: debía contar la historia como mi abuela me contaba las suyas, partiendo de aquella tarde en la que el niño es llevado por su padre a conocer el hielo”, Márquez tiene un encuentro con la “musa”, la abuela, siempre presente, siempre contada.
Puede pasar tiempo y uno sin una palabra, sin una idea, pero no se deja de ser poeta o escritor, claro que no, y es que cada idea debe llevar un proceso de maduración, cada sentimiento se cocina a fuego lento. Gabo pasó tiempos de sequía mental, tiempos de escasez de ideas, sin embargo eso no le restó grandeza. La forma en la que creaba no tenía pasos, no tenía pies y cabeza, era un revoltijo. Cuando hizo Cien años de Soledad, no llevó un riguroso diario, ni siquiera tomó notas y cuando lo intentó hacer con otro texto, la experiencia fue un desastre.
Qué mejor que dejarse llevar, qué mejor que dejarse envolver entre los brazos de aquellas inspiraciones. Podría dar tantos ejemplos como escritores hay, Georges Bataille con la muerte, Sabines con la tía Chofi, Benedetti con la soledad, sería una odisea continuar. Mejor hablaré de lo que para mí es la inspiración y cómo es mi proceso creativo, que como el de cada literato pienso es único.
No se trata de la creación por la creación, mi impulso viene del efecto provocado por la melancolía y la soledad; lo que muchos podrían llamar tristeza es para mí un principal ingrediente de mi receta, es el estado de ánimo en el que puedo estar en contacto directo con mi interior y verme desnudo tal como soy, sin tapujos, que si he aprendido a no tenerme miedo, claro que lo he aprendido, y es que ¿quién no se tiene miedo? No cualquiera se busca.
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