Idilio Mortuorio
03 DE NOVIEMBRE DE 2011.- ARTERNATIVO
03 DE NOVIEMBRE DE 2011.- ARTERNATIVO
JESÚS MENDOZA
COLUMNISTA
Cuando se trata de hablar de temas incómodos, se puede iniciar la plática con un tema del que en esta época aún pocos se atreven a hablar, la muerte. La muerte suele ser incómoda para los vivos, porque los muertos al parecer descansan en paz y me atrevería a decir que hay un sentimiento de envidia por la dedicación y tiempo que se le invierte a los sepelios. No se trata sólo de morir, claro que no, hay más que eso, quien muere tiene la responsabilidad de visitar a sus vivos todos los noviembres, o al menos eso es lo que creemos.
La relación de la vida con la muerte parece muy desolada, pero de lo que no nos damos cuenta es que realmente son la pareja perfecta. La muerte se dice, es el final de la vida, pero ¿si en la vida pudiésemos experimentar cómo se siente morir? Estaríamos jugando con el inevitable final de cada uno de nosotros. Y es que cada quién puede decidir en qué momento desea perecer.
Georges Bataille (1897-1962) escritor y periodista francés, inspirado en autores como Hegel y Nietzche, dedicó parte de su vida al estudio de la muerte, en la cual encontró a una amiga mágica y placentera, transgresora de toda moral. Georges pensaba que los placeres eran una forma de tener contacto con la muerte a través de los excesos, que la única forma de vivir es dejando los prejuicios de lado y atreverse a vivir al límite, siempre con la plena conciencia de lo que se hace. Pensaba que el “arte” está ligado a lo negativo, pudiendo observarlo de manera muy gráfica en la poesía, entendida como la materialización de un “sacrificio” y de una “perversión” de las palabras.
Todos tenemos la necesidad de morir y cada quién decide cómo hacerlo, ahí donde está lo grotesco, lo que no se pretende tocar están secretos escondidos, a los cuales sólo se puede llegar de una sola forma, la transgresión.
“Me despierto por la mañana, como millones de hombres y mujeres, de niños y ancianos, con nuestros sueños jamás olvidados… ¿Tendría un sentido nuestro despertar, el mío y el de esos millones de hombres y mujeres? ¿Un sentido oculto? ¡Evidentemente oculto! (…) un disimulado intercambio de su carne y la mía…” decía Bataille en su creación llamada Madame Edwarda.
De igual forma deberíamos pensar si lo que hacemos a diario tiene un sentido y es que todo lo creado por el hombre parece ser únicamente una distracción de los futuros rituales de entierro, del final necesario. Suena paradójico decir que el motor de la preservación de la existencia es la muerte y las pulsiones dan cada vez un paso más asegurando esta frase.
Si somos capaces de ir más allá de lo hasta ahora conocido, podemos encontrar el final añorado, es decir, quizá en algún momento podemos decidir a dónde y con quién deseamos ir después del óbito. El terreno de la elección en estos momentos, se encuentra limitado por el cielo y el infierno, depende de cada uno de nosotros elegir en qué creer y ante qué sucumbir y si desea traspasar sus propias barreras para conocer mundos nuevos faltos de exploración. Como dice Georges:
“¿Qué significa la verdad, si no vemos lo que excede la posibilidad de ver, lo que resulta intolerable ver, como, en el éxtasis, lo que es intolerable goza? (...) La risa deja de ser respetuosa, y es signo del horror (...) si el hombre necesita la mentira, ¡allá él! El hombre, quien, quizá, tiene su orgullo, es ahogado por la masa humana...”.
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