Ø “Empecé tocando en un grupo de folklore, y siempre me pregunté qué sería estar en una plaza y pasar el bote”.
22 DE OCTUBRE DE 2011.- ARTERNATIVO
ARMANDO MORA
REPORTERO
Enrique Muñoz, con pantalones beige, sudadera negra con estampado en vivos gises y anaranjados, mocasines café obscuro y su guitarra con cuerda al hombro se ha presentado cada fin de semana por 10 años sin parar en la Plaza de Coyoacán.
Ante un público que ocupa la mitad de la Delegación Coyoacán, Enrique
mueve los cables viejos que se conectan a la bocina, ajusta el micrófono que
llega a metro y medio del suelo, afina en el fondo a su compañera de seis
cuerdas, laterales curvas y dos tonalidades de color marrón. Afina su aguda voz
y se enfrenta como cada sábado a partir de las tres de la tarde a las miradas
expectantes, a los aplausos, risas, y por supuesto, a la cooperación voluntaria
para la que no puede haber pretextos, pues como dice su ayudante “Angelito”:
“se aceptan celulares, tarjetas de crédito, suegras…”.
¿Qué le pasó a mi bolero?, Se quemó el jarocho y Callen al mimo son parte del repertorio
musical de este “mexicano empírico e ignorante”, como se denomina en la
historia previa a la canción Ich liebe dich
(Te amo, en alemán). Después de su amplia y rigurosa preparación ritualizada,
inicia con sus historias graciosas, con sus cómicas y románticas canciones a la
gente le pide aplausos para acompañar las letras, platica, y entre tanto hablar
y cantar, también en doble sentido libera la carcajada de los que están
presentes, y sin importar los problemas técnicos que puedan existir Enrique
continúa el espectáculo como la vida misma: sin detenerse ni un momento.
Inicios e influencias
En una mesa al fondo, con el respaldo de una pared de tonos rojos y blancos, percudida y mugrosa de la delegación, Enrique Muñoz confiesa sin titubeos que su música ha sido por influencia del trovador cubano Silvio Rodríguez y del grupo británico Los Beatles. “Pero a Silvio tuve la posibilidad de verlo en concierto en el 87´ y me conmovió de una manera impresionante”, recordó con la mirada al horizonte.
Doris, su primera canción fue con dedicatoria a una chica de la que estaba enamorado, pero recuerda que hubo dificultades: “resultó ser novia de un vecino, y entonces se arruinó la canción”. Tiempo después se basó en Doris para crear John y Yoko, inspirada en la pareja de John Lennon y Yoko Ono, el primero, co-fundador del “cuarteto de Liverpool”.
Otra canción especial es En un día de abril, en la que su musa fue Madeline, una chica alemana. Cuenta que la conoció en un viaje a Yucatán. Ella regresó a Alemania y años más tarde, él decidió viajar por Europa. En Alemania la buscó y la encontró, y de ahí nació Ich liebe dich, la cual nunca le pudo dedicar. Ambas, canciones de amor.
“Fui un niño muy solo, y por consecuencia tuve muchos problemas en la escuela. Y cuando tomé la guitarra me di cuenta que podía ser útil en algo, y entonces me gustó. Es como una fuga”.
Al ver al público reír o reflexionar, “siento que mi trabajo cumple su objetivo”. Para Enrique ha sido difícil vivir de sus canciones, aunque como él comentó, siempre es complicado a lo que te dediques, siempre implica un esfuerzo.
Anécdotas en Coyoacán
La primera vez que cantó en Coyoacán fue Playa Girón de Silvio Rodríguez, “y se juntó un buen de gente”. Aunque primero le daba miedo porque estaba junto con un grupo de folklore de ocho integrantes con muchos instrumentos y un sonido potente, así que pensó en qué podría hacer él con sólo una guitarra, “pero una amiga fue la que me estuvo insistiendo: canta, canta, y ya empecé a contar mis historias y a cantar mis canciones”.
Entre las anécdotas que no se le olvidan está la de una actriz de cine y televisión: “Un día se paró ante mí una señora y me preguntó ´¿tú cantas esa canción de “me gustas”?´. Le dije ´sí, se llama ¿Qué le pasó a mi bolero?´, y me dijo ´¿la puedes cantar?´, y le dije ´sí, claro´. Se fue y me dijeron ´era Cynthia Klitbo´. Yo no sabía quién era, yo no veo novelas. Pero me llamó la atención porque me dijo ´eres famoso´ y yo me empecé a reír”.
El Desalojo de la Plaza
“Coyoacán ha sido un espacio fantástico, donde he podido vender muchos discos y he podido crear mi estilo. El desalojo de la Plaza de Coyoacán ha sido grave, no sólo a modo personal. Yo creo que los artistas de cada pueblo son el reflejo de su sociedad, y cuando el gobierno reprime a sus artistas es bien peligroso, sobretodo en un lugar como este país donde el 80% de su población es pobre. Se me hace grave”.
Ante la pregunta de qué han dicho las autoridades de la Delegación Coyoacán en el caso de la reintegración de los artistas a la plaza, el autor de Punto final respondió: “Nada” y afirmo que en principio no hubo una razón para el desalojo. “Hicieron un desalojo para el comercio ambulante y no supieron qué hacer con los artistas”. Por eso Callen al mimo “viene a ser una expresión irónica de mandar a callar a alguien que no habla. El mimo es para mí un ícono del arte popular callejero. Entonces mandar quitarlos es una suerte de retroceso social y cultural”.
Orgulloso de México
Enrique, entre titubeos y seguridad, aseguró: “México es un lugar muy interesante con un pasado prehispánico fantástico. Es un lugar de gente mestiza que no termina de aceptarse como tal. Yo creo que cargamos el pasado como un lastre y no terminamos de sentirnos orgullosos de lo que somos, de lo que tenemos y somos capaces de hacer”.
“El que canta en Coyoacán”, como le dice mucha gente, siempre se siente orgulloso de esta tierra, pero se frustra porque hay mucha ignorancia y atraso en la sociedad, y declaró que cree que “lo que nos falta es amor. Amor a la tierra, amor al prójimo” y concluyó con un mensaje: “Que los jóvenes se preparen y que sean felices con lo que tienen”.
Al final, dimos las gracias, nos despedimos con un apretón de manos y con la promesa de regresar. Él dijo “gracias muchachos”. Minutos más tarde, caminando por la plaza, con la cámara colgada en el cuello y el trípode al hombro, se acercó entre las muchas siluetas que pueblan Coyoacán, y de ellas salió el hombre de los pantalones beige, sudadera negra con estampado en vivos gises y anaranjados, mocasines café obscuro, pero ahora acompañado de una mujer que colocó su brazo en el suyo. Caminaban juntos en la espera del próximo fin de semana en punto de las tres y del regreso a la Plaza de Coyoacán.
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