18 DE NOVIEMBRE DE 2011.- ARTERNATIVO
ELVIS EDUARDO ROSETE AGUILAR
DOCUMENTALISTA
Inicia el siglo XX y en América, donde todo parece estar en paz y en calma, se desata el primer conflicto interno en la nación mexicana, donde quienes muestran síntomas de guerra son los países europeos. “México está en Guerra”, se lee en las primeras planas de los periódicos extranjeros.
Lo anterior es similar a lo sucedido en 1910. Un siglo después, 2010, al Norte de África: Túnez, Egipto y Libia, hay guerras civiles, la población quiere derrocar a sus presidentes. Sólo es un rasgo particular, porque la población de estos países, en lugar de papel, usó medios electrónicos. En la actualidad, muchos jóvenes, sin dejar atrás a los adultos, ignoran el significado de la Revolución Mexicana en distintos contextos. Hoy, 20 de noviembre de 2011, se conmemorara el 101 aniversario del inicio de este conflicto. Pero, ¿qué más se puede rescatar?, quizás, sus aportaciones al arte y a la cultura.
Hablar sobre la Revolución Mexicana, no sólo involucra enfrentamientos políticos, traiciones y muertes crueles, sino, también, música, pintura, cine y literatura. Si bien, durante el Porfiriato, el arte y la cultura tuvieron gran apoyo del gobierno, éstas sólo estuvieron al alcance de la clase media y alta de la población mexicana, por lo que la clase baja, que representaba el 80%, no tuvo el medio ni el acceso a este tipo de conocimiento.
Uno de sus tantos objetivos, consistió en el derrocamiento de Porfirio Díaz, hecho anterior al llamado Francisco I. Madero para el levantamiento de armas y protestas. Algunas, fueron desmanteladas por el mismo gobierno, tal y como sucedió con la de los hermanos Flores Magón y de Aquiles Serdán. Uno de los instrumentos que utilizaron los inconformes fue la prensa ilegal y clandestina, con caricaturas y dibujos que criticaban fuertemente el gobierno de Díaz. Sin duda, la gente que no sabía leer, podía entender el mensaje a través de imágenes.
Una vez que comenzó la batalla, de manera paulatina, se logró en 1911 el derrocamiento de Porfirio Díaz y su exilio a Francia, donde murió y fue sepultado. Una vez que Madero sube al poder, hubo libertad de prensa. Aunque no faltaron las caricaturas que lo desprestigiaran, pero aun así, trató de fomentar el arte y la cultura. Una de sus grandes hazañas fue haber sido el primer gobernante de una nación en subir a un avión, durante un espectáculo de aviación con pilotos extranjeros, organizado por él. No obstante, la tranquilidad duró poco, ya que, tiempo después, la nación se enfrentó a una lucha más violenta.
Fue así, como el 9 de Febrero de 1913 inició la llamada “Decena Trágica”, en la cual Madero fue traicionado por uno de sus colaboradores: Victoriano Huerta. Días más tarde, fue asesinado junto con José María Pino Suarez. Lo anterior, provocó el descontento de muchos gobernadores, sobretodo del norte del país: Sonora, Chihuahua, Coahuila, Monterey y Tamaulipas; y de los zapatistas en el centro y sur del país. Al principio tuvieron el mismo objetivo: vencer a Huerta, pero al prolongarse la lucha, los intereses por el poder provocaron la pelea entre carrancistas y reyistas, zapatistas y constitucionalistas, obregonistas y villistas. Todo avanzó pese a la renovación de la Constitución Mexicana, promulgada el 5 de febrero de 1917.
Durante todo el conflicto armado, la música se enriqueció, ya que se escribieron corridos que, además de transmitir alegría o tristeza, contaban una historia o daban una noticia, a través de la circulación de folletos.
Acompañados por nuevos ritmos, al paso del tiempo se introdujeron en la vida de todos los mexicanos, sobretodo, con el surgimiento de nuevas bandas musicales. Algunos de los corridos más conocidos son: La soldadera, La Adelita, La muerte de Emiliano Zapata y La cucaracha.
Sin embargo, la literatura tuvo su auge, cuando los intelectuales, que estuvieron en las filas de la Revolución, escribieron novelas, poemas o diarios personales. Por ejemplo, Martin Luis Guzmán (1887-1976) con su obra El águila y la serpiente (1928), Memorias de Pancho Villa (1936-1951) y Mariano Azula (1873-1952) con Los de Abajo. Por otro lado, Ramón López Velarde (1888-1921) con sus poemas: El retorno maléfico y Margarito Ledesma (1887-1974) con Los agarraderos.
El cine no se quedó atrás, ya que muchas filmaciones realizadas antes, durante y después de la Revolución sirvieron para crear documentales, hacer películas o como inspiración para los directores. Son testimonios que permiten retroceder por un instante e imaginar cómo eran aquellos tiempos, tal y como sucede con la fotografía. Lo mismo sucedió con los pintores y muralistas José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y Frida Kahlo.
Tanto, para el historiador como para los especialistas en la Revolución Mexicana, todas estas obras y objetos son un tesoro mexicano; dan testimonio de nuestro ser, de nuestra cultura, porque sin ellos no se comprendería nuestra mexicanidad. Son la voz que nos representa en el extranjero. Reflejan una idea más amplia sobre el ser del mexicano, convivencia y visión.
Por último, la Revolución no sólo fue una lucha social, política y económica, sino el desarrollo del arte y de la cultura mexicana. Con ella, el mexicano y la mexicana conciben su esencia al recordar los murales, las pinturas, las películas o las fotos, las cuales representan a Díaz, Madero, Carranza, Villa, Zapata, una Adelita, los trenes, ejércitos con sombreros picudos de palma, niños cargando su arma.